Mientras los emperadores romanos derramaban la sangre de los cristianos, los escritores y filósofos paganos trataban en sus escritos de difamarlos y ridiculizar las practicas de la nueva religión.
Tampoco le faltaron a la Iglesia, malos hijos que atacaron su doctrina y enseñaron errores que se llamaron herejías.
Por aquel entonces suscitó Dios Nuestro Señor a santos y doctos varones, quienes con su palabra y sus escritos desmintieron las calumnias de los paganos y reputaron las falsedades de los herejes.
Durante los
dos primeros siglos, las persecuciones provocadas por los Emperadores
Romanos, las calumnias de los judíos contra los cristianos, y el querer de los
filósofos paganos de ridiculizar la doctrina de la Iglesia suscitaron los
primeros defensores de la Iglesia llamados Padres Apostólicos y Padres Apologistas.
Los Padres Apostólicos fueron aquellos escritores eclesiásticos,
contemporáneos con los Apóstoles, quienes se distinguieron por su ciencia y
santidad. Los principales fueron San Clemente Papa, murió en el año 100. El
Pastor de Hermas hermano del Papa Pío I, San Ignacio, Obispo de Antioquía y
los autores Anónimos de la Carta de Bernabé y la Didaké o Doctrina de
los doce Apóstoles.
Los Apologistas, fueron los primeros defensores públicos de la fe, eran sabios
cristianos, que con sus escritos defendieron la doctrina de la Iglesia y el culto
cristiano. Y así pusieron de manifiesto la Santidad de la Iglesia. Entre ellos
Sobresalen San Justino, mártir en Roma; San Ireneo; Tertuliano , Orígenes y
San Cipriano.
Como ejemplo del fervor de los Santos Padres, citamos a continuación el relato del martirio de San Cipriano, que es uno de los monumentos más venerables de la antigüedad cristiana:
--"¿Tú eres Tascio Cipriano?" le dijo el procónsul ante el cual lo
habían llevado.
"Lo soy".
--¿Tú te has hecho Papa de esos hombres sacrílegos?"
"Sí".
--"Los santísimos emperadores han ordenado que sacrifiques"
"No lo haré".
--"Reflexiona... Haz lo que se te ha ordenado"
"En cosa tan justa no hay lugar a reflexión".
Galerio, el Procónsul
leyó entonces el decreto siguiente; "Ordenamos que
Tascio Cipriano sea muerto con espada".
Cipriano dijo: "Gracias sean dadas a Dios".
Llevado al lugar del suplicio, el obispo mandó que se le pagasen al verdugo veinticinco piezas de oro.