Los primeros cristianos se reunían para celebrar sus cultos en casas particulares que los miembros pudientes de la comunidad ponían a la disposición de la misma.
Durante las persecuciones los cristianos se reunían en cementerios subterráneos llamados Catacumbas.
Hacia los años de 260, creyendo ya asegurada la paz de la Iglesia, empezaron a construir edificios espaciosos. Muchas de estas Iglesias fueron destruidas durante la persecución de Diocleciano.