Fuera de las fronteras del Imperio, estaban los Bárbaros o Extranjeros, que así llamaban los romanos y los griegos a quienes no participaban de su civilización.
Entre los Bárbaros se distinguían tres razas principales:
Los Germanos, establecidos entre el Oder, al oriente; el Danubio, al sur y el Rin, al oeste. Las grandes familias en que se dividían eran los Sajones, los Francos, los Visigodos y los Ostrogodos.
Los Tártaros, representados por los Hunos y, mas tarde, por los Húngaros.
Los Eslavos, a saber, los Polacos, Servios, Croatas, etc.
A fines del siglo IV los Bárbaros empezaron a movilizarse y penetrar en el Imperio romano. Unos no hicieron sino pasar y asolarlo todo. Así, Roma se vio sitiada, asaltada y arruinada varias veces.
Otros se establecieron en las tierras romanas y vinieron a ser el origen de las naciones cristianas. Los Francos, en las Galias; los Visigodos, en España; los Anglosajones, en Inglaterra; los Lombardas, en Italia fueron los principales.