Oriundo de Etruria, llamada hoy Toscana, ocupó la sede Romana del 440 al 461. Dos veces salvó a Roma; la primera, en 452, cuando Atila vencido en las Galias, quiso atacar la capital del imperio; la segunda, tres años después, cuando la invasión de Genserico. Luchó vigorosamente contra las herejías; una carta dogmática en la cual expuso la doctrina católica referente a la unidad de personas, y la dualidad de naturalezas en Jesucristo, le valió el nombre de Doctor de la Encarnación.
La Primacía
Romana, varias veces
reconocida en los primeros siglos, por ejemplo: en tiempo de San Clemente (96), de San
Esteban I (257), de San Silvestre (325), se vio proclamada una vez más en el
Concilio de Calcedonia (451), en el que se leyó la carta de San León ya
dicha, la que fue aprobada por los Obispos en este termino: "Pedro ha hablado por boca
de León".