Se asignó en un principio a San Bernabé y gozó de mucho prestigio durante y dentro de la comunidad primitiva. Sólo las investigaciones posteriores han dejado claro que no se trata de Bernabé, y por lo tanto es de autor anónimo. La carta fue redactada en Alejandría, entre los años 130 y 131, ya que su estilo literario de tendencia alegórica es muy propia de los ambientes alejandrinos de aquellos tiempos.
Esta carta es un breve tratado destinado a
poner en guardia a los cristianos frente a los peligros de los judaizantes, aquellos
cristianos convertidos del judaísmo que añoraban las practicas de la ley
mosaica, y que pretendían exigirlas también a los seguidores de la nueva
ley. Con este motivo, el autor se detiene en la primera parte a desentrañar las
prefiguraciones de Jesucristo y su misión, que estaban depositadas a manera de
ejemplos en el Antiguo Testamento, como por ejemplo: Jesús prefigurado en
Moisés, en
Isaac y en la serpiente de bronce levantada en el desierto; hace
además un gran énfasis en que el sentido que Dios quiso dar a las Escrituras
y a la ley era sobretodo el sentido espiritual y no el material y carnal, como lo tomaron
los judíos apartándose así del verdadero Espíritu que
contenían estos mandatos, por ejemplo, "la verdadera circuncisión es la de
los oídos y la del corazón". En la segunda parte habla de "la doctrina de
los dos caminos", lo cual parece tomado de la Didaché, a menos que ambos escritos
tengan como fundamento una misma fuente anterior.