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Escrito Introductorio (Luisa Piccarreta) 1924

Dulce Jesús mío, estoy aquí entre tus brazos, para pedirte ayuda. ¡Ah! Tú conoces la amargura de mi alma, cómo me está sangrando el corazón, y mi grande repugnancia de dar a conocer todo lo que tú me has dicho acerca de tu Santísima Voluntad. ¡Mas la obediencia se impone! Tú lo quieres..., y yo, aunque me hiciera pedazos, me veo obligada por una fuerza suprema a cumplir este sacrificio. Pero acuérdate, oh Jesús mío, que tú mismo me has llamado "La Pequeña Recién Nacida de tu Santísima Voluntad". Un recién nacido sabe apenas balbucir; ¿qué podré, pues, hacer yo...? Balbuciré apenas tu Querer. Tú harás todo lo demás, ¿no es cierto, Jesús mío?

Más aún, haz que yo desaparezca del todo, y que tu Querer sea el que con trazos divinos e imborrables, mojando la pluma en ese Sol Divino, escriba con letras de oro los conceptos, los efectos, el valor y la potencia de la Voluntad Suprema, y cómo el alma que vive en ella, viviendo como en su centro, se ennoblece, se diviniza, abandona sus harapos naturales, regresa a su principio y triunfando sobre todas sus miserias, adquiere nuevamente su estado original, de hermosura y pureza, enteramente en orden a su Creador, tal y como salió de sus manos creadoras.

Escribe tú en estas páginas la larga historia de tu Voluntad, y tu dolor al verte confinado por las criaturas a las regiones del cielo. Tú, como el sol que está en lo alto, aunque eres rechazado, mandas tus rayos a todas las generaciones humanas, y quieres descender para venir a reinar en medio de ellas. Por eso envías los rayos de tus suspiros, de tus gemidos, de tus lágrimas, de tu intenso y eterno dolor al verte desterrado y al ver rota la unión de tu Voluntad con la voluntad de las criaturas humanas. Y por eso esperas que te llamen en medio de ellas, que te reciban como Rey triunfador y te hagan reinar aquí en la tierra como en el cielo.

Desciende, oh Querer Supremo; yo soy la primera que te llamo; ¡ven a reinar en la tierra...! Tú que creaste al hombre sólo para que hiciera tu Querer, que él ingrato rompió rebelándose contra ti, ¡ven a vincular nuevamente esta voluntad humana a ti, a fin de que cielo y tierra, y todo quede reordenado en ti!

¡Oh, cómo quisiera dar mi vida, para que tu Querer sea conocido! ¡Quisiera elevar mi vuelo en sus interminables confines, para llevarle a cada criatura su beso eterno, sus conocimientos, sus bienes y su valor, y tus gemidos inenarrables de querer venir a reinar sobre la tierra, para que conociéndote, te reciban con amor, y festejándote te hagan reinar...!

¡Oh Querer Santo, con tus rayos luminosos deja escapar las flechas de tu conocimiento; hazles conocer a todos que tú vienes a nosotros para hacernos felices, pero no con una felicidad humana, sino divina, para darnos el dominio perdido sobre nosotros mismos; y esa luz que hace conocer el verdadero bien para poseerlo y el verdadero mal para huir de él, que nos hace firmes y fuertes, pero con una fortaleza y una estabilidad divinas!

¡Establece la corriente entre la Voluntad Divina y la humana, y con el pincel de tu mano creadora pinta en nuestras almas esos rasgos divinos que perdimos separándonos de ella! Tu Querer nos pintará dándonos esa frescura que nunca envejece, esa belleza que nunca se descolora, esa luz que nunca se oscurece, esa gracia que siempre crece, ese amor que siempre arde y que nunca se apaga...

¡Oh Querer Santo, ábrete paso, ábrete camino para darte a conocer...! Manifiesta a todos quién eres tú y el bien inmenso que quieres hacer a todos; a  fin de que atraídos y arrebatados por un bien tan grande, puedan todos hacerse presa de tu Voluntad; así podrás libremente reinar en la tierra como en el cielo.

Por eso, te ruego que tú mismo escribas todos los conocimientos que me has manifestado sobre ella; y que cada palabra, cada afirmación, cada efecto y cada conocimiento de ella, sean para quien lea, dardos, flechas, saetas, que hiriéndolos, los hagan caer a tus pies y te reciban con los brazos abiertos, para que reines en sus corazones.

A tantos prodigios de tu Querer, añade también este otro: que cuando te conozcan no te dejen pasar de largo; no, sino que te abran las puertas para recibirte y hacerte reinar... Esto te lo pide "La Pequeña Recién Nacida de tu Voluntad". Si con tanta insistencia me has pedido este sacrificio de dar a conocer los secretos que me has comunicado de tu Querer Divino, yo también quiero éste otro de ti: que al ser conocido realice este prodigio: que tome su puesto de triunfo y reine en los corazones que lo conozcan. Sólo te pido esto, oh Jesús mío; no te pido nada más, ni quiero ninguna otra cosa más que la correspondencia a mi sacrificio, que tu Querer sea conocido y que reine con su pleno dominio.

Tú sabes, Amor mío, qué grande ha sido mi sacrificio y mis luchas internas, hasta sentirme morir; pero por amor tuyo y para obedecer a tu representante en la tierra me he sometido a todo. Por eso, grande quiero el prodigio: que al irse conociendo las enseñanzas sobre tu Querer, las almas queden fascinadas, conquistadas, atraídas más que por un potentísimo imán; y que hagan reinar ese "Fiat" Divino que tú, con tanto amor, quieres que reine sobre la tierra.

Y si tú quieres, Vida mía, antes de que estos escritos salgan a la luz del día, y vayan a dar a manos de nuestros hermanos y hermanas, ah, llévate a tu Pequeña Recién Nacida de tu Voluntad a la patria celestial. Ah, no me des este dolor, que tenga yo que ser espectadora de cómo nuestros secretos sean conocidos por las otras criaturas. Si me has dado el primer dolor, no me des el segundo, pero siempre, "non mea Voluntas sed tua Fiat" (no se haga mi voluntad sino al tuya).

Y ahora, una palabra a todos ustedes que leerán estos escritos: Les ruego, les suplico que reciban con amor lo que Jesús quiere darles, es decir, su Voluntad. Pero para darles la suya, él quiere la de ustedes, de lo contrario la suya no podrá reinar. ¡Si supieran con cuánto amor quiere darles mi Jesús el Don más grande que existe en el cielo y en la tierra, como es su Voluntad!

Oh, cuántas lágrimas amargas derrama, porque los ve que viviendo con su querer humano, se arrastran por tierra, enfermizos, reducidos a la miseria... No son capaces siquiera de mantener un buen propósito, ¿y saben por qué? Porque su Querer Divino no reina en ustedes.

¡Oh, cómo llora Jesús y suspira por la suerte de ustedes...! Sollozando les ruega que hagan reinar su Querer en ustedes. Quiere hacerles cambiar de suerte: de enfermos quiere hacerlos sanos; de pobres, ricos; de débiles, fuertes; de volubles, inmutables; de esclavos, reyes. No son grandes penitencias lo que quiere, ni largas oraciones, ni ninguna otra cosa; todo lo que quiere es que su Querer reine en ustedes y que su voluntad humana no vuelva nunca a tener vida.

¡Sí, escúchenlo! Yo estoy dispuesta a dar la vida por cada uno de ustedes, a sufrir cualquier pena, con tal de que abran la puertas de sus almas para hacer que el Querer de mi Jesús reine y triunfe en las generaciones humanas.

Y ahora los invito a todos:

Vengan conmigo al edén, al paraíso terrenal, en donde tuvo su principio nuestro origen; en donde el Ser Supremo creó al hombre, y que haciéndolo rey le dio un reino que pudiera dominar. Este reino era todo el universo; sin embargo, su cetro, su corona, su autoridad, procedían del fondo de su alma, en la cual residía el "Fiat" Divino como Rey dominante, que constituía la verdadera realeza del hombre.

Sus vestiduras eran reales, resplandecientes más que el sol; sus actos eran nobles, su belleza fascinante; Dios lo amaba mucho, se recreaba con él, y lo llamaba "mi pequeño rey e hijo". Todo era felicidad, orden y armonía.

Este hombre, nuestro primer padre, se traicionó a sí mismo, traicionó su Reino y haciendo su voluntad, llenó de amargura a su Creador, quien tanto lo había exaltado y amado, y perdió su Reino, el Reino de la Divina Voluntad, en el cual todo le había sido dado. Las puertas del Reino le fueron cerradas y Dios recogió en sí el Reino que le había dado al hombre.

Ahora les debo decir un secreto:

Al recoger Dios en sí el Reino de la Divina Voluntad no dijo: "No se lo volveré a dar al hombre", sino que lo dejó reservado en espera de las generaciones futuras, para asaltarlas con gracias sorprendentes, con luz deslumbrante y eclipsar el querer humano, que nos hizo perder un Reino tan santo. Con tales atractivos de admirables y prodigiosos conocimientos sobre la Divina Voluntad, que nos hiciera sentir la necesidad y el deseo de dejar nuestro propio querer, que nos hace infelices para lanzarnos en la Divina Voluntad, como nuestro Reino permanente.

¡Así pues, el Reino es nuestro! ¡Animo! El "Fiat" Supremo nos espera, nos llama, nos presiona a que tomemos posesión de él. ¿Quién tendrá el corazón tan duro, quién será tan pérfido que no escuche su llamada y no acepte tanta felicidad...? Sólo que tenemos que dejar los miserables harapos de nuestra voluntad, las vestiduras de luto de nuestra esclavitud en la cual nos ha arrojado, para poder vestirnos de reyes y revestirnos con las ins ignias divinas.

Por eso hago una llamada a todos; no creo que no quieran escucharme... ¿Saben? Soy una pobre pequeñita, la más pequeña de todas las criaturas; y yo, bilocándome en el Divino Querer junto con Jesús, iré como una pequeñita a su regazo, y con gemidos y llantos llamaré a sus corazones para pedirles, como una pequeña limosnera, sus harapos, sus vestiduras de luto, su infeliz voluntad, para dárselos a Jesús, a fin de que queme todo, y devolviéndoles su Querer les devuelva su Reino, su felicidad, el candor de sus vestiduras reales.

¡Si supieran lo que significa Voluntad de Dios...! Ella encierra cielo y tierra; si estamos con ella todo es nuestro, todo está como pendiente de nosotros, mientras que si no estamos con ella, todo estará contra nosotros, y si alguna cosa tenemos, somos los verdaderos ladrones de nuestro Creador, que nos mantenemos a fuerza de engaño y de robo.

Por tanto, si quieren conocerla, lean estas páginas: en ellas encontrarán el bálsamo para las heridas que cruelmente nos ha hecho el querer humano; el nuevo aire todo divino, la nueva vida toda de cielo; sentirán el cielo en sus almas, verán nuevos horizontes, nuevos soles, y con frecuencia hallarán a Jesús con el rostro bañado de lágrimas, que quiere darles su Voluntad. El llora porque los quiere ver felices, y al verlos infelices solloza, suspira, ruega por la felicidad de sus hijos; y pidiéndoles su querer para despojarlos de la infelicidad, les ofrece el suyo, como prueba segura del Don de su Reino.

Por eso dirijo mi llamada a todos; y hago esta llamada junto con Jesús, con sus mismas lágrimas, con sus ardientes suspiros, con su Corazón que arde porque quiere darles su "Fiat". De este "Fiat" hemos salido, y él nos ha dado la vida; es justo, es una obligación y un deber que regresemos a él, a nuestra querida e interminable herencia.

Y en primer lugar dirijo mi llamado al Sumo Jerarca, al Romano Pontífice, a Su Santidad, al representante de la Santa Iglesia, y por consiguiente representante del Reino de la Divina Voluntad. A sus santos pies esta pobre pequeñita deposita este Reino, a fin de que lo domine, lo dé a conocer, y con su voz paterna y llena de autoridad llame a sus hijos a que vivan en este Reino tan santo.

Que el sol del "Fiat" Supremo lo inunde y forme el primer sol del Querer Divino en su representante en la tierra; y así formando su vida primaria en aquél que es la cabeza de todos, derramará sus rayos interminables en todo el mundo, y eclipsando a todos con su luz formará un solo rebaño y un solo pastor.

La segunda llamada la dirijo a todos los sacerdotes. Postrada a los pies de cada uno, les ruego, les imploro que se interesen en conocer la Divina Voluntad. El primer movimiento, el primer acto, tómenlo de ella; más aún, métanse dentro del "Fiat", y sentirán qué dulce y preciosa es su vida. De ella harán surgir todo lo que hacen; en ustedes mismos sentirán una fuerza divina, una voz que siempre habla y que les dirá cosas maravillosas que nunca han oído, y sentirán una luz que les eclipsará todos los males, y que eclipsando a las gentes, les dará el dominio sobre ellas.

Cuántas fatigas sin fruto, porque falta la vida de la Divina Voluntad; ustedes han partido a los pueblos un pan sin la levadura del "Fiat", y por eso ellos, comiéndolo, lo han encontrado duro, casi indigerible; y no sintiendo en ellos la vida, no se rinden a sus enseñanzas. Por consiguiente, ¡coman ustedes este pan del "Fiat" Divino! Así tendrán pan suficiente para dar de comer a las gentes. Así formarán con todos una sola vida y una sola Voluntad.

La tercera llamada la hago a todos, al mundo entero, que todos son mis hermanos y hermanas, y mis hijos. ¿Saben por qué los llamo a todos...? Porque a todos quiero darles la vida de la Divina Voluntad.

Esta es más que aire que todos podemos respirar; como sol del cual todos podemos recibir el bien de la luz, es como el palpitar del corazón que en todos quiere palpitar; yo, como una niñita, quiero, por suspiro que todos tomen la vida del "Fiat"... ¡Oh, si supieran cuántos bienes recibirían, darían la vida por hacerlo reinar en cada uno de ustedes...!

Esta pobre pequeñita quiere decirles otro secreto que Jesús le ha confiado, y se los digo para que me den su voluntad, y así reciban a cambio la Voluntad de Dios, que los hará felices tanto en el alma como en el cuerpo.

¿Quieren saber por qué la tierra no produce...? ¿Por qué en diversos lugares del mundo la tierra frecuentemente se abre con los terremotos, y sepulta en su seno a ciudades y a personas...? ¿Por qué el viento y el agua forman tempestades y devastan todo, y tantos otros males que todos ustedes conocen...?

Porque las cosas creadas poseen una Voluntad Divina que las domina, y por tanto son potentes e imperantes, son más nobles que nosotros; mientras que nosotros estamos dominados por una voluntad humana, degradados, y somos por eso débiles e impotentes. Si por suerte nuestra dejamos la voluntad humana y tomamos la vida del Querer Divino, también nosotros seremos fuertes e imperantes..., seremos hermanos de todas las cosas creadas, las cuales no sólo no nos molestarán ya más, sino que nos darán el dominio sobre ellas, y seremos felices en el tiempo y en la eternidad.

¿No están contentos...? Así pues, dense prisa, escuchen a esta pobre pequeñita que los quiere mucho; yo no estaré contenta hasta cuando pueda decir que todos mis hermanos y hermanas son reyes y reinas, porque todos poseen la vida de la Divina Volun tad.

¡Por lo tanto, ánimo a todos, respondan a mi llamada! Y a cual más suspiro, que todos en coro respondan a mi llamada; porque no soy yo sola la que los llamo, la que les ruego, sino que junto conmigo los llama con voz tierna y conmovedora mi dulce Jesús, y muchas veces, hasta llorando, les dice: "Tomen como vida de ustedes mi Voluntad; vengan a su Reino".

Más aún, deben saber que el primero en suplicar al Padre Celestial que venga su Reino y que se haga su Voluntad así en la tierra como en el cielo, fue Nuestro Señor en el Padre Nuestro; y transmitiéndonos su oración, llamaba a todos rogándoles que pidieran el "Fiat Voluntas Tua" (hágase tu Voluntad) así en la tierra como en el cielo. Cada vez que ustedes rezan el Padre Nuestro, es tanto el deseo de Jesús de querer darles su Reino, su "Fiat", que corre para decir junto con ustedes: "¡Padre mío, soy yo quien te lo pide para mis hijos: date prisa!"

De manera que el primero en pedirlo es Jesús mismo, y además también ustedes lo piden en el Padre Nuestro. ¿Es que no quieren un bien tan grande?

Ahora les digo la última cosa:

Han de saber que esta niñita, viendo las ansias, los delirios y las lágrimas de Jesús porque les quiere dar su Reino, su "Fiat", es porque tiene tantos deseos, suspiros y ansias de verlos a todos en el Reino de la Divina Voluntad, para verlos a todos felices y para hacer sonreír a Jesús, que si no lo logra con sus oraciones, con sus lágrimas, quiere conseguirlo con caprichos, tanto con Jesús, como con ustedes.

Por lo tanto, escuchen todos a esta pobre pequeñita..., ¡no la hagan suspirar más! Díganme, por amor de Dios: "Así sea, así sea; queremos todos el Reino de la Divina Voluntad".  

Corato (Bari, Italia), año 1924

Luisa 

« La Pequeña Hija de la Divina Voluntad »