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Anunciación de la Santísima Virgen
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Aclaraciones * Mientras no se indique algo diferente, las narraciones de los Santos, han sido tomadas de la 4ta edición del "Año Cristiano" de Fray Justo Pérez de Urbel, publicada en 1951. (Ediciones FAX. Madrid, España) * Los santos canonizados en años posteriores, se tomarán de otras fuentes, y se irán añadiendo progresivamente al Santoral. Derechos Si alguien, reclamando los derechos legales de esta obra, o de las imágenes aquí utilizadas, desea que se suspenda su publicación, por favor diríjase a Correo HDV. |
![]() SAN POLICARPO DE ESMIRNA Memoria libre
23 de febrero
Bajo el imperio de Antonino—dice Sulpicio Severo—, las Iglesias gozaron de paz.» Pero era una paz a la cual podían aplicarse aquellas palabras de Epicteto: «¡Oh César, en tu paz, cuánto sufro!» Paz insegura y borrascosa. Seguía en vigor el rescripto por el cual Trajano había dispuesto que no se persiguiese a los cristianos, pero que era preciso proceder contra ellos si se les acusaba regularmente. Por otra parte, los pueblos eran fanáticos; los magistrados, débiles, y si los apologistas enviaban a los emperadores sus alegatos, los emperadores, a pesar de su filosofía algo teatral y de su piedad fofa, solían recibirlos con serena indiferencia. El motín es el amo; el populacho exige y ejecuta. Así sucedió en el martirio de San Policarpo. Muerto Ignacio de Antioquía, Policarpo era el primer personaje de la cristiandad oriental. Príncipe del Asia le llama San Jerónimo; doctor del Asia le apellidaban los paganos mismos. Había conocido a Juan y a muchos de los que habían visto al Señor, y en él vivía la tradición apostólica. San Ireneo, discípulo suyo, decía de él: «Podría señalar todavía el lugar mismo donde se sentaba para predicar la palabra de Dios. Aún le veo entrar y salir; su paso, su mirada, su exterior, su género de vida, los discursos que dirigía al pueblo, todo está grabado en mi corazón. Paréceme que le estoy viendo contamos cómo había conocido a San Juan, y reproducirnos las palabras, los milagros, la doctrina de los que habían visto al Verbo de vida.»
Tal era el hombre cuya muerte pidió a gritos la población de Esmirna entre los febriles alborozos de una fiesta. Once cristianos habían muerto ya despedazados por las fieras. Su heroísmo, su grandeza de alma ante la muerte, había exacerbado a la multitud. En el inmenso óvalo del estadio, bajo el sol abrasador, miles de voces empezaron a gritar: «¡Basta ya de ateos; que traigan a Policarpo!» El obispo permaneció sereno. Quien desde su juventud vivía en la esperanza del martirio, no iba a turbarse cuando se le acercaba la corona. Cediendo, sin embargo, a los consejos de la prudencia, se retiró a una granja de los alrededores de la ciudad, y allí estuvo varios días, rezando constantemente, según su costumbre, por la Iglesia universal. Pero un esclavo que había dejado en casa prometió, en medio del tormento, indicar el lugar de su refugio. Anochecía cuando la policía llegaba a la puerta. Pudo escapar, pero se contentó con decir: «¡Hágase la voluntad de Dios!» Bajó de la cámara alta, donde estaba cenando, y trabó conversación con los soldados. Su vejez les infundió respeto, su sangre fría les subyugó. «No sabemos—se decían unos a otros—por qué tienen tanto empeño por prender a este anciano tan divino.» Después de darles de comer y de beber, rogóles que le dejasen todavía algún tiempo para rezar. Durante dos horas rezó en voz alta, con gran admiración de los que le oían, recomendando al Señor todas las personas que había conocido en su larga vida, pequeños y grandes, ilustres y humildes, y en especial la Iglesia Católica, esparcida por el mundo. Terminada la oración, los soldados le subieron a un jumento y le condujeron a la ciudad. En el camino encontraron un coche, que se detuvo delante del prisionero. Dentro venía el irenarca Herodes, una de las primeras dignidades de la curia, especie de prefecto de Policía. Herodes hizo que le trajesen al obispo, y trató de inducirle a la abjuración. —¿Qué mal—decía—puede haber en decir: Señor César, y en sacrificar? Al principio, Policarpo callaba, pero deseando librarse de las importunaciones, dijo al fin: —No haré lo que me aconsejas. Irritado de la negativa, el irenarca hirió al obispo y éste cayó en tierra, rompiéndose una pierna. Levantóse, sin perder su buen humor, y caminó a pie en medio de los soldados. Aquella misma tarde, Policarpo era empujado al estadio. Su presencia fue recibida por una tempestad de gritos, insultos y blasfemias, entre las cuales se oyó una voz más poderosa que decía: «¡Valor, oh Policarpo, lucha denodadamente!» Llévesele ante el procónsul, y allí, en el mismo circo, transformado en tribunal, se celebró el impresionante interrogatorio, en que se nos descubre la energía serena del cristiano, la cobardía de la autoridad y la violencia de la turba sanguinaria: El procónsul Cuádralo se informa de la identidad del reo, le mira con indiferencia simulada y le dice: —Ten compasión de tu edad; jura por el genio del César; arrepiéntete y di conmigo: Mueran los ateos. La multitud se agita en el estadio, sin disimular su ansiedad; el obispo dirige hacia ella una mirada triste y severa; levanta la mano hacia los que gritan pidiendo su muerte, y solloza: —¡Mueran los ateos! El procónsul insiste: —Jura y te dejo en libertad: reniega de Cristo. —Ochenta y seis años—responde Policarpo—hace que le sirvo; nunca me ha hecho el menor mal. ¿Cómo podría injuriar a mi Rey y a mi Salvador? —Jura por el genio del César. —Puesto que te empeñas en hacerme jurar por el genio del César, como dicen, y finges ignorar quién soy, escucha: soy cristiano. Si quieres saber lo que esto significa, dame un día de tregua y ten la bondad de oírme. —Convence al pueblo. —Yo te he considerado digno de exponerte mis razones. Tenemos obligación de honrar a los poderes establecidos por Dios. En cuanto a éstos, es inútil parlamentar con ellos. La canalla de las grandes ciudades era para los mártires el mayor enemigo. Ellos la tratan con desdén; afectan no oír sus ladridos, se desdeñan de discutir con ella, y argumentan exclusivamente con la autoridad. Aceptan al pueblo como discípulo, no como juez, y al obrar de esta suerte estaban de acuerdo con los rescriptos imperiales, que sólo permitían contra los cristianos las acusaciones en forma. Sin darse cuenta de la intención del obispo, el procónsul reanudó el diálogo, diciendo: —Tengo bestias feroces, si no te dejas convencer, voy a arrojarlas contra ti. —Haz lo que quieras; no tenemos costumbre de mirar atrás, ni de ir de lo mejor a lo peor. Es una cosa buena pasar de los males de esta vida a la justicia perenne. —Puesto que desprecias las fieras, te voy a hacer quemar vivo. —Me amenazas con un fuego que quema una hora, y luego se apaga. ¿Ignoras el fuego que no se acaba? Ya tardas.
Sabemos esta emocionante historia por una carta que la «iglesia de Dios que está en Esmirna dirigió a todas las partes de la Iglesia santa y católica, esparcida en las cuatro partes del mundo», uno de los más bellos monumentos de la antigüedad cristiana, relato de una épica elocuencia en su maravillosa sencillez, que respira toda la emoción nueva, toda la graciosa frescura, toda la intimidad conmovedora de la primitiva sociedad cristiana. |
ASanta Adelaida de Italia (Dic) Adoración de los Santos Reyes (Ene) Santa Agape y Santa Quionia (Abr) San Agustín de Cantorbery (May) San Alejandro, el Carbonero (Ago) San Alfonso María de Ligorio (Ago) Santos Angeles custodios (Oct) San Aníbal María Di Francia (Jun) San Anselmo de Canterbury (Abr) San Antimo y compañeros mártires (Abr) San Antonio María Claret (Oct) Anunciación de la Santísima Virgen (Mar) Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael (Sep) La Asunción de nuestra Señora (Ago) «Te bendigo por haberme juzgado digno de este día y esta hora, digno de ser contado en el número de tus mártires... Has cumplido tu promesa, Dios de la fidelidad y de la verdad. Por esta gracia y por todo te alabo, te bendigo, te glorifico por el eterno y celestial Sumo Sacerdote, Jesucristo, tu Hijo amado. Por El, que está contigo y con el Espíritu, te sea dada gloria ahora y en los siglos venideros. Amén.»
(San Policarpo, mart. 14, 2-3. CEC 2474)Este santoral se encuentra en construcción. Con el tiempo iremos añadiendo otras vidas de santos. Ayúdenos a mejorarlo. Si ud. encuentra algún error en los textos de este santoral, le agradecemos reportarlo enviando un Email a Correo HDV. |